Cuando somos pequeñas, estamos ante narrativas en la literatura, televisión y cine que reproducen la idea del príncipe y la princesa. Aunque se han producido otro tipo de historias, el discurso hegemónico sigue determinando, en mayor o menor medida, la manera en la que se establecen nuestras relaciones sexoafectivas. Lo vemos cuando las niñas son hipersexualizadas y se les pregunta sobre si ya tienen novio en el jardín infantil o cuando son expuestas en redes sociales y revistas y sus cuerpos son sujetos de observación, opinión y cuestionamiento. Pero, para no ir muy lejos, lo vemos en entornos familiares cuando las opiniones sobre sus cuerpos, juegos y juguetes establecen directrices patriarcales.
“La hipersexualización de la niñez está conectada con una proyección de la mujer como objeto y disposición masculina”.
Además, la niñez representa para el capital un nicho de consumo a largo plazo: Le vende discurso en juguetes y juegos para formar consumidores de productos y narrativas hegemónicas.
Como dice Vasallo, el cuento del príncipe y la princesa forma el arquetipo de relación heterosexual hegemónica: La princesa, que responde al mandato de belleza y juventud, caracterizada por su feminidad, pasividad y sumisión, está siempre a la espera del príncipe azul. Esa es su misión en la vida. Cualquier otra cosa que haga es un agregado, porque su fin último es ser rescatada. Rescatada por un varón que no tiene como prioridad hacerlo porque está en medio de batallas, aventuras y poder. Incluso el rescate se muestra como una casualidad, no como un fin.
Hay un linkeo entre esta concepción definitoria o no del amor, en unas y otros, con la noción que tenemos de soltería y que Tamara Tenenbaum aborda en el Fin del Amor. En el mercado del deseo la soltería es lo que sucede entre vínculos y no una manera de relacionarnos. Nosotras asumimos la soltería como un espacio de transición, como un impasse, como un mientras tanto. Mientras tanto nos rescata el príncipe azul.
La soledad, entendida como ese momento en el que no estás con un varón, es presentada como un castigo. Como un lugar en el que ninguna quiere estar. Y esa idea de soledad tiene un componente disciplinado: El no ser amada por nadie.
EL PERFORMANCE DEL AMOR ROMÁNTICO
Es un concepto que sirve para explicar el modo en que muchas de las relaciones sexo afectivas, que parecen libres e individuales, responden en realidad a la lógica del mercado donde existen fuerzas operantes, asimetrías y dinámicas patriarcales de género, clase y raza.
Cada vez son más las plataformas que facilitan la mediatización de la vida de las personas. Esa mediatización no está exenta del componente amoroso que tiene una mayor exposición en perfiles o cuentas de mujeres, en tanto definitorio de nuestras propias identidades.
“En ese sentido, se ha exacerbado la utopía romántica que encuentra su forma definitiva en el matrimonio al tiempo en que se la relaciona con la belleza, la juventud, el éxito y la felicidad”.
Porque, recuerden, el cumplimiento de mandatos patriarcales (de belleza, de maternidad, de amor) tiene siempre un premio: La felicidad.
Entonces vemos a Evaluna y Camilo, por poner un ejemplo y con perdón de sus fans. Una pareja joven que construye una historia de amor totalmente distorsionada. Y hablo de construcción porque lo permorfático historiza. El mensaje es el mismo que vemos en otros contenidos masivos, solo que estás ante alguien real – no un personaje-. Y ese acercamiento a “lo real” crea identificación, misticismo y búsqueda por encajar.
¿Hasta qué punto la exposición y consumo de esa mediatización construye identidad? ¿Cuál es el mensaje que recibe la niñez y la adolescencia? ¿Qué discursos vemos reafirmados para terminar de convencernos que el deber ser es lo natural y por lo tanto intransformable?
En contenidos como You, la romantización del acoso y del feminicidio es el hilo conductor de la historia. Pero el relato está tan bien llevado, que el protagonista y lo que hace es aceptado y normalizado. Es más, se construye en torno a él una especie de erotización. La erotización de la violencia y la dominación que vemos también en publicidades donde obviamente es la mujer quien ocupa el lugar de subordinación y objetivización.
En una sociedad donde la humanidad de la mujer no tiene validez si no es en relación a un varón, ¿Cómo podríamos educar sobre otras formas de amar si la violencia es erotizada y normalizada?
LA MONOGAMIA
El amor verdadero es asfixiante e invasivo. Es inesperado y no es algo sobre lo que puedas decidir. Es exigente y desbordado. Es complementario.
Esta utopía del amor romántico se adapta al individualismo porque contempla siempre uniones de dos personas que se bastan y sobran. Y esto es bueno para el capitalismo porque de algún modo se evitan movimientos sociales amorosos de carácter masivo que podrían desestabilizar el statu quo.
El amor romántico tiene un elemento determinante: La monogamia. Y sobre la monogamia hay varias cosas por decir.
Vale la pena indagar sobre cómo funcionan las relaciones en la economía del amor. Esperas que la persona con la que estableces una relación responda a todos los mitos que construyen el amor Disney, y cuando no sucede, ya no sirve.
“En la economía del amor, capitalista y neoliberal, las relaciones son desechables. La monogamia es capitalista en la manera en la que desestiman personas y se busca reemplazo. Si no hay multiplicidad de amores, hay sustitución”.
La monogamia es un sistema que organiza los afectos de manera jerárquica, excluyente exclusiva. Y la exclusividad es lo que todo el mundo quiere. Lo exclusivo es lo que yo tengo y tú no, es a lo que yo puedo Iniciar Sesión y tú no. La exclusividad deviene marca de autenticidad. Es, además, un sistema con promesas de felicidad. Si somos buenas, nada saldrá mal. Si tenemos relaciones monógamas, no vamos a sufrir. Si no hacemos mucho ruido, solo habrá tranquilidad.
Cuando pensamos en desmontar la monogamia pensamos en la poligamia. Sin juzgar las formas en las que decidan relacionarse las personas, cabría cuestionarse si, quizá, esos espacios poliamorosos están desprovistos de jerarquías. Si no se reproduce en el mismo entorno capitalista, con los mismos mandatos. Si, como dice Vasallo, estamos cambiando ese número dos por otro número, quitando la exclusividad sexual, pero construyendo monogamias con periodos de poliamor. Y creo que tiene mucho que ver con que, al establecer este tipo de vínculos, las relaciones inequitativas siguen siendo las mismas.
No estoy en contra del poliamor. Solo pongo en cuestión si es posible vivir, realmente, relaciones por fuera del sistema. No tengo la respuesta.
REDES AFECTIVAS
Se nos socializa para ubicar el amor romántico heterosexual en la cima de la jerarquía emocional y afectiva. ¿Cómo encontrar la grieta? Soy pesimista. No creo que hayan lugares donde se puedan habitar relaciones que no estén atravesadas por el patriarcado y el capital, pero sí creo, estoy convencida, que las grietas existen y son allí donde podemos experimentar algo cercano.
Vasallo habla de desjerarquizar afectos y ampliar nuestras redes afectivas. Pensar nuestras relaciones como redes y no como pequeños átomos o pequeños mundos que no se interrelacionan. Las redes de afecto nos salvan la vida: Son nuestras amigas, nuestrxs vecinxs, nuestrxs compañerxs de militancia, nuestra familia. Ampliarlas, tejer redes. Movernos en esos espacios seguros, preguntarnos sobre cómo nos sentimos, qué mirada recibimos (si juzga o no), si podemos ser nosotras.
Coral Herrera plantea que hay muchas fuentes de afecto y de placer y que la apuesta es construir relaciones desde la libertad, y no desde la necesidad del otro para ser. Habla del amor compañero, ese que se construye desde los cuidados mutuos, la confianza, la solidaridad y el trabajo en equipo. Es una forma de relacionarse en el aquí y en el ahora. Es cuando te sientes libre.
Para salir de las violencias de las monogamias hay que desmontar el sistema jerarquizado e inequitativo de los afectos.