El otro día, analizando las adicciones, pensé: ¿Se puede ser adicto al amor? Mi respuesta fue un rotundo SÍ. Lo digo porque, mientras escribo este texto, siento una profunda abstinencia.
Claro, porque llevo soltera… ¿Qué? ¿Menos de un mes? ¿O más de un mes? Perdí la cuenta, la perdí en el momento en que mis relaciones se desdibujaron en medio de mis intentos, de mi insistencia, de las idas y vueltas que hay entre seres humanos.
En esos ires y venires, uno puede llegar a perderse. Además perder de vista lo que de verdad siempre has deseado aunque haya evolucionado con el tiempo. Adaptarse es maravilloso, es una capacidad que todos deberíamos trabajar, pero ceder… ceder y perderse, ¡NO! Rotundo NO.
Sin embargo, como todo adicto, cuesta soltar lo que nos da una sensación de bienestar. ¿A quién no le hace bien que lo quieran? ¿A quién? Pero nos conformamos con señales y no con hechos.
¿Se vieron la película: He’s just not that into you? Es una película de hace ya unos años con Jennifer Aniston, Jennifer Connelly, Scarlett Johanson, y la protagonista con la que me identifico, tristemente, Ginnifer Goodwin. No me juzguen, seguro muchas de ustedes son Gigi Phillips como yo. Una mujer sensible, al extremo, insegura pero luchadora en temas del amor. Algunas veces se pifia, pero aprende. Es una película que asemeja un helado golpe de realidad, una realidad entre cruda e ingenua (tremendamente cliché) pero una en la que muchos seres humanos caemos, o tal vez todos, sin falta.
Ahí es evidente cómo esos pequeños destellos nos hacen sentir algo delicioso pero temporal. Incluso cómo llegamos a caer en el tremendo error de suponer, de imaginar. Gracias de nuevo a mis amigas buenas y sensatas, que no me faltan, y me la hacen ver repetidas veces para atacar la amnesia selectiva y reirme de mi misma.

Siempre supe que mi motor para todo era el amor, y tengo intención de que siga siéndolo, obvio, pero creo que he gastado por ahora el combustible.
Tengo que parar, recargar y seguir sólo cuando esté lista. ¿Alguien más siente lo mismo? ese agotamiento que queda después de intentar e insistir (dos de mis palabras favoritas como adicta al amor).
Todas mis relaciones tienen un valor profundo. En el camino he tenido algunos baches, por supuesto, pero intento generar vínculos que valgan la pena, que tengan magia para grabarlos en mi historia. Nunca fui fanática de las relaciones mediocres, y veo parejas que
funcionan así perfectamente, no hay una verdad absoluta, pero yo no me siento capaz de vivir sin emoción. Siento pánico de pensar que seré olvidada…..
Admiro a las personas que han logrado una inteligencia emocional tal que les permite identificar el problema, respirar y simplemente avanzar sin caer en un remolino de emociones y dudas. ¡Me rio!
En serio me rio de mi misma, a veces me enojo, pero por lo general pienso en lo ridículo que es estar en un baile infinito con tantos fantasmas en mi mente.

De lo que pudo ser, de lo que no fué, de lo que no hice para lograrlo, de todo lo que SÍ hice y tampoco funcionó. Evidentemente soy una overthinker. Debo confesar que me siento orgullosa de serlo a pesar de todo.
En todo caso, no quiero escribir sobre fracasos, no quiero escribir sobre dolores del alma, quiero usar todo lo que he aprendido para diseñar una hoja de ruta. Empezar a recorrerla y sin importar lo que haya pasado antes, no dejar de creer en el amor. ¿Cómo hacerlo? Ojalá tuviera la respuesta, ¡Queridas lectoras! Puedo, sin embargo, intentarlo. En el discurso la tengo clarísima.
Entiendo el proceso de empoderarse, de creer en uno mismo, de valorarse, de primero amarse para luego amar a otro. Pero la voluntad para soltar no siempre está ahí. Vuelvo a reírme: SOLTAR, suena tan fácil.
Debo decir que si en algo está la clave, es en eso mismo, en soltar. Por más que lo piense, le de vueltas, repita cada segundo buscando la respuesta, todo se resume en ser capaces de soltar.
Soltar lo que nos hace daño no es tan difícil cuando somos conscientes pero cuando estamos convencidos de que es lo que queremos, cuando pensamos que no va a haber nada igual o mejor, pucha que nos aferramos, con dientes y uñas, con el alma entera. Y ahí es cuando soltar se convierte en un reto aparentemente imposible de superar.
Bien, identificado el problema (no debería ser tan difícil).
Soltemos, soltemos, pero amemos, amemos los segundos de felicidad si es que son pocos, con nosotras mismas.
Amemos hacer los planes, que quisiéramos hacer con alguien, solas. Amemos a las amigas que nos conocen y que nos acompañan en este proceso. “El amor tiene muchas formas” me dijo una buena amiga.
¿Por qué sentir un vacío cuando falta lo que anhelamos si en verdad lo que tenemos es justo lo que necesitamos?
¿Cuándo en verdad confiamos en el universo y todos los santos, si se quiere, para sentir que estamos completas?
Yo decido no esperar más, si algo nos ha enseñado este 2020 es que la vida cambia en un segundo, que lo que hagamos con las circunstancias determina nuestra realidad.
Empiezo mi hoja de ruta, a lo mejor me devuelva por momentos, porque tenga miedo o dudas, pero tengo un camino, necesito seguirlo porque me rehúso a morir en el intento y perderme de las cosas perfectas que hay ahí afuera esperando que me decida a soltar. Y SEGUIR CREYENDO EN EL AMOR.