No creo en los placeres culposos. O, mentira, sí creo que existen, porque mucha gente los menciona, entonces aclararé: no creo en los placeres culposos en mi vida personal.
“Mi filosofía es que si algo me da placer (y no le hace daño a nadie), no tengo razón para sentir culpa por disfrutar ese algo”.
Por eso, cuando alguien me pregunta cuáles son mis guilty pleasures televisivos, siempre me quedo muda, ¡Nada me parece culposo! Y cuando devuelvo la pregunta a quien me la haya hecho porque quiero saber cuál serie incluirían en esa categoría, no me sorprende que las respuestas casi siempre son de series que se podrían clasificar como “femeninas”. Series para y por mujeres, que tratan de temas aparentemente frívolos y en las que priman las paletas de colores pasteles, esas son las que casi siempre son catalogadas como placeres culposos.
Como todo en este mundo, es una pendejada clasificar una serie como “femenina” o “masculina”; ¿Por qué es femenina una telenovela y masculino un thriller acerca de un asesino serial? Bueno, como todo en este mundo, la respuesta se puede explicar cuando entendemos que el patriarcado es como la escarcha (pero menos chévere): termina metido en todos los rincones, hasta en los más inesperados. Lo hemos hecho con profesiones: unas han sido consideradas históricamente como más masculinas (abogado, médico, físico nuclear), otras más femeninas (enfermera, empleada doméstica, secretaria). Lo hemos hecho con los colores: en las tiendas para bebés, lo azul es para niño y lo rosado es para niña. Lo hemos hecho hasta con lo que comemos y tomamos: ¿Un filete de res y whisky? Masculino, ¿Un cupcake y una copa de rosé? Femenino. Entonces, aunque sea absurdo clasificar las series en ese binario de género, como sociedad lo hemos hecho durante décadas.
“Y como siempre, resulta que “por casualidad” (que no es para nada casual), lo que es más valorado es lo masculino”.
Por eso no sorprende que las series más prestigiosas, las más ganadoras de premios y las que se consideran como la cúspide de la edad dorada de la televisión que estamos viviendo sean las que son protagonizadas por hombres complicados y oscuros que viven vidas complicadas y oscuras a los que les pasan cosas complicadas y oscuras.
Ojo, yo soy muy fan de varias de esas series. Sería una locura negar que The Sopranos o Breaking Bad son tremendas series. Pero así como puedo deslumbrarme con la actuación única de James Gandolfini en su papel de Tony Soprano y así como puedo quedar con la boca abierta por los guiones de Breaking Bad, también puedo apreciar lo maravillosamente actuada, escrita y dirigida que está una serie tan “femenina” como Jane the Virgin.
Esta serie, creada por Jennie Snyder Urman en 2014, es una adaptación (al menos al principio lo fue) de la telenovela venezolana Juana, La Virgen. La protagonista es Jane Villanueva, interpretada por Gina Rodríguez, una latina muy devota que vive en Miami y la historia arranca cuando Jane queda embarazada accidentalmente después de una inseminación artificial. ¡El problema es que Jane es virgen! Este evento arranca una historia que durante cinco temporadas resignificó, parodió, estudió, homenajeó y deconstruyó todos los clichés que conocemos de las telenovelas latinoamericanas.
Claro, en nuestra cultura ya estamos tan acostumbradas a las telenovelas que quizás por eso asumimos que los géneros narrativos están en un nivel superior. Pero las telenovelas, hay que aceptarlo, son con lo que crecimos y así ahorita muchas personas refunfuñen de ellas, hacen parte de un género muy complicado y que algo tiene que estar haciendo bien, si no, ¿Por qué durante décadas han estado presentes en el panorama televisivo?
Así como las telenovelas que Jane, su mamá y su abuela ven en televisión, Jane the Virgin es una serie llena de plot twists, revelaciones dramáticas, tragedias que rompen el corazón y momentos románticos que hacen suspirar, pero en medio de todo eso, en medio de lo exagerado o de lo fantástico, siempre hay un centro y es que sus personajes son completamente creíbles y es imposible no conectar emocionalmente con ellos. No es sólo Gina Rodríguez quien merece aplausos (y sí que se los merece), junto a ella hay un elenco que le da vida a personajes inolvidables como Xiomara, Alba, Rafael, Michael, el narrador, y mis dos favoritos: Petra Solano y Rogelio de la Vega. Todos ellos subvierten las expectativas de lo que sus personajes deberían ser, todos sorprenden, todos me hicieron llorar y todos me hicieron reír en voz alta. Es uno de los mejores elencos que he visto en televisión.
Jane the Virgin se acabó el año pasado, después de su quinta temporada, y todavía me dan ganas de llorar cuando recuerdo el final y todo lo que Jane Villanueva vivió hasta su final feliz (obvio tenía que ser un final feliz, después de todo está inspirada en las telenovelas). Si no la han visto, las y los invito a hacerlo, es una mezcla perfecta de serie “light” y serie “importante”, de drama y comedia, del lado latino de la televisión y del lado gringo.